Esta resonancia del alba une la ontología temporal de Martin Heidegger con la razón poética de María Zambrano. Para Heidegger (Ser y Tiempo), el tiempo no es una cantidad medible, sino el horizonte existencial del Dasein: el hombre es tiempo, porque su ser consiste en la apertura hacia su propio fin.
Zambrano amplía esta intuición al pensar el tiempo como experiencia poética, como don (donum), no como cálculo. En esa temporalidad vivida, la verdad se revela en la atención y en la belleza del instante.
El texto reclama así un tiempo vivido como revelación frente al tiempo instrumental y económico que reduce la existencia a productividad.

Hay un instante antes del reloj,
cuando el tiempo aún es aliento — no contado, sino guardado.
El pájaro no canta para medir,
sino porque la luz le abre las alas.

Así también el hombre es llamado:
no a acumular,
sino a custodiar lo que aparece —
la medida, la vibración, la promesa.

Porque el tiempo no es moneda,
es un don que se nos confía,
como el agua que se deja beber,
sin posesión, sin precio.

Y quien aprende a mirar despacio,
a escuchar el leve latido
del reloj invisible del corazón,
comprenderá que el verdadero interés de la vida
no está en la ganancia,
sino en la belleza del instante cumplido
que se niega a pasar.

Esta resonancia del alba se inspira en la razón poética de Zambrano y en el Ser y Tiempo de Heidegger, entendiendo la temporalidad como don del Ser — un espacio liminar entre existencia y revelación, donde el hombre se reconoce guardián del tiempo

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